La Cruz y la Resurrección acababan de acontecer. Jesús cumplió Su misión e hizo un camino para que toda la humanidad pudiese ser salva. Helo allí, Cristo resucitado, esperando para ascender al cielo, hacia una triunfante y eterna celebración. Pero justo antes de regresar al cielo, Jesús dejó un último mensaje con Sus discípulos.
Piénsalo. Imagínate que estás a punto de ir al cielo, y toda tu familia y tus amigos están reunidos a tu alrededor. ¿Qué les dirías? ¿Cuáles serían tus últimas palabras para todos esos seres amados?
¡Es una decisión muy difícil! ¿Porqué? Porque lo último que digas es lo que la gente va a recordar siempre. Las últimas palabras de una persona son muy importantes.
Encontramos a Jesús en este tipo de escenario en Marcos capítulo 16. Jesús tenía un último mensaje para Sus seguidores—un mensaje que sería recordado, no solo por los discípulos que estaban ahí reunidos, sino también por cada generación futura de Cristianos. Estas cruciales palabras finales de Jesús llegaron a ser conocidas como "La Gran Comisión".
Marcos 16:15 dice, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura [todo tipo de persona]. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” RV1960
Sabemos a través de Las Escrituras que la paga del pecado es la muerte. Jesús llevó sobre sí mismo la penalidad de nuestros pecados. Murió tomando nuestro lugar, por nuestros pecados. Pero ese no era el fin para Jesús; ¡Él resucitó! Conquistando de una vez por todas al pecado y a la muerte, para todos aquellos que creen en Él.
Y ahora, este mensaje de lo que hizo Jesús debe ser llevado a todos aquellos dispuestos a escuchar. El Apóstol Pablo escribe en 1 Corintios 1:21, “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” RV1960
Jesucristo murió para salvar al mundo, para salvar a todos aquellos que creen en Él. Pero ¿cómo va a saber esto el mundo si no obedecemos Su mandamiento de ir por todo el mundo y predicar Su mensaje? Cada uno de nosotros, como discípulos de Jesucristo, somos llamados a predicar en cierto nivel, ya sea a nuestra familia, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros vecinos, o tal vez detrás de un púlpito. Es cierto que Dios tiene un ministerio y llamamiento diferente para cada uno, pero todos somos llamados a obedecer y predicar el evangelio.
¿Estás compartiendo tu fe con otros? Si no es así, ora y pide a Dios el valor para hacerlo. ¡Da el paso con valor, y comparte el evangelio!.
-Josiah Alway
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